Por Horacio Archundia Guevara

Cronista e historiador

 

Cualquiera que haya ido a la primaria sabe que en abril de 1914, los marines norteamericanos invadieron el puerto de Veracruz y amenazaron con desembarcar en otros de nuestros puertos.
Fue uno de los más grandes agravios de los yanquis contra México, sin duda.
Pues bien: en esos aciagos días, se mantuvo surto en la bahía de Manzanillo el célebre vapor americano US Raleigh, famoso crucero de guerra de la armada norteamericana que patrulló varios puertos mexicanos, manteniéndolos observados pero sin perpetrar allanamiento alguno. Hay que decir que Manzanillo no sufrió bloqueo alguno y que los marines no obstruyeron para nada la escasa actividad portuaria de esos tiempos.
Dadas las circunstancias políticas azarosas que padecía el país, en manos entonces del ruin asesino Victoriano Huerta, en Colima se desató una efervescencia política que provocó la integración de grupos de defensa, por si acaso se les ocurría a los gringos desembarcar en nuestro puerto.
Personajes como Higinio Álvarez García, -tío de la que luego fue primera gobernadora, Doña Griselda Álvarez-, el señor cura Don Jesús Carrillo -que por cierto, dejando de lado su profesión de sacerdote, exigió ser instruido militarmente para enfrentar a los invasores-, el maestro Basilio Vadillo, Don Darío Pizano, Carlos Calvillo, Ramón Castellblanch, el maestro Manuel Godina Horta, Alejandro Véjar, Enrique Silva, Ignacio Leyva, Don Ildefonso Nuño Hernández, y muchos otros, se alistaron como soldados voluntarios.
Se prepararon, recibieron armas patrocinadas por el alebrestado Higinio Álvarez y se establecieron en Manzanillo dispuestos a disparar a los poderosos marines gringos, si se atrevían a desembarcar.
Pero resulta que los constantes vaivenes políticos revolucionarios, fueron a propósito para que el presidente Victoriano Huerta nombrara Gobernador Interino del Estado al General Antonio Delgadillo, un tipo medio papanatas que naturalmente se vio presionado por los antes nombrados para que hiciera acto de presencia en Manzanillo por aquello de los invasores.
Y se llenó Manzanillo de héroes, animados todos a echar mano a las armas al primer intento de desembarco.
Y sucedió entonces lo inesperado: Una mañana, el boca abierta del gobernador Delgadillo entró en pánico al observar un movimiento inusitado en el buque de guerra norteamericano, tomando una decisión por demás estúpida: ordenó prender fuego al Muelle de la Vía hundida, como era conocido el embarcadero de madera construido durante el porfiriato.
La lumbre comenzó a causar daños a la estructura y en cosa de una hora el incendio era descomunal.
¡Y entonces sí desembarcaron los gringos!: En poco tiempo, todos los botes del barco estaban llenos de marines rumbo a la orilla.
Y le dieron al babieco militar nayarita una lección que en un soldado de mayor honra habría sido motivo de suicidio: bajaron del barco mangueras e hidrantes y empezaron a combatir el fuego hasta controlarlo, aunque ya la mayor parte del muelle se había reducido a cenizas.
Luego, comedidamente se pusieron a las órdenes de los asustados héroes colimotes y regresaron al Raleigh, que días después zarpó para no volver jamás.
P.D. Del general Delgadillo no pongo foto porque no lo merece por nango.